martes, 31 de agosto de 2010

Quiero




Quiero escribir
por el gusto de hacerlo

como quien nombra un papalote en el aire
al instante de imaginarlo partir.

Quiero escribir para soltar los números y las secuencias trabajosas
de un día de trabajo o dos o toda una vida
que se olvida de existir en el humo de una taza de té blanco
sobre una mesa de madera
que espera simplemente ver caer la luz del sol a espaldas de una ventana blanca.

Quiero escribir por conectar letras a instantes del día:
hoy vi a una adolescente llorar por un cortometraje
que hablaba de una pérdida,

algo tan simple envasado en su garganta
que no pudo salir por miedo a desbordarse,

aquel miedo que se tiene de sentir demasiado la vida
y doler tanto por aquel paso rápido de la vida en bicicleta
que nos hace viejos y nos deja a la orilla de un lago que se ha secado por completo.

Quiero escribir porque tengo miedo de no hacerlo,
tengo miedo de perderme entre el polvo de festejos y muertes de esta tierra
que agoniza cada día con su gente dando manotazos al aire,
quejándose sin saber a qué casa aventar huevos crudos
en señal de hartazago y desesperación.

Qué ganas de no quedarse callada ante los muros de concreto
que tiemblan y se mueven ante un dedo dictatorial que nos coloca y descoloca
como hormigas en su granja.

Qué ganas de escribir para no callar
para no olvidar lo simple
lo que nos hace humanos,

lo que nos conecta con la tierra que respira profundo en la noche
y que quizás nos trae consuelo de madre en su regazo oscuro.

Qué ganas de abrazarnos a todos
de tranquilizarnos diciendo que todo habrá de pasar,

pero parece que tampoco eso consuela
y da miedo saber que tampoco estaremos
para cuando todo esto se transforme y ya no sea.