viernes, 2 de enero de 2009

A



De niña muchas veces quise quitarle
una “A” a mi nombre.
Así cuando me preguntaban
cómo me llamaba
yo lo pronunciaba terminando en una N
como si la A simplemente
me hubiera cambiado
por un circo ambulante.
¡A desaparecida!
¿Por qué lo hacía?
En ese entonces creía que esa vocal
me restaba presencia.
Curioso que relacionara mi identidad
con la ausencia de una letra.

No hay comentarios: