miércoles, 8 de septiembre de 2010

Anitya




Nadie me dijo que los pájaros de papel al mojarse,

perdían toda su forma,

que su piel era tan frágil

como las paredes de un barco que naufraga

en la fuente de algún parque.


Nadie me dijo que de verdad me haría vieja alguna vez

que tendría arrugas y dolores en el cuerpo

y que en mí crecería, de súbito, el deseo de anidar otro ser, dentro.


Nadie me dijo que el tacto en el cuerpo de ese hombre cambiaría

y que su contorno comenzaría a desdibujarse

cayendo todo velo,

sobreviniendo el asombro de encontrarse por primera vez

ante un ser desconocido


y no entender que uno no es el mismo nunca

como el río que no lleva la misma agua al mar

y que cada contacto que tienen sus aguas es distinto,

igual que nosotros.


Nadie me dijo lo que dolía una pérdida

y cuánta desesperación provoca una ausencia


Nadie me habló de cómo el tiempo se alarga

y cómo cada minuto hace más grande una rajada que parte todo el cuerpo en dos.


Nadie me preparó para alejarme de aquello que amo

y ese discurso de soltar todo para ganarlo todo

que me provoca inquietud y miedo de dejarme ir en el vacío,

como una piedra lanzada desde un acantilado.


Nadie me dijo que moriría en el intento de vivir,

y que al haber nacido llevaba ya la muerte dentro.


Nadie me dijo que habría de venir aquí,

a redimir el desasosiego de mi árbol

y que habría de hacerlo una vez que

pudiera entender mi propia historia.


Nadie sabe por qué tuvimos mal el corazón

y por qué la angustia se nos coló en el alimento materno,

sí, tal vez una enfermedad,

sí, tal vez un mal mayor que nacer sin un pie,

sin la capacidad de ser feliz por el simple gusto de serlo.


Nadie me dijo que habría de escuchar palabras fuertes

y que lo primero sería saber quién soy y saberme parar

valiente sobre las letras de mi nombre.


Nadie me habló de la impermanencia de las cosas

y nadie me dijo que todo esto iba a cambiar.


Ahora lo sé, o al menos eso es lo que he observado

al ver mi cuerpo mutando de formas por las noches,

al verme volver agua cada luna.


Ahora sé que nunca seremos los mismos

y que la única seguridad que tengo

es la de perderte, algún día.

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