miércoles, 3 de noviembre de 2010

MAR



Encontrar un momento al día mientras las flores amarillas florecen en la mesa de madera

volver a las palabras como si fueran la raíz de mi equilibrio

sílaba por sílaba

pétalos vocablos de luz que llenan todo los instantes que se me pierden en las prisas

hablando como un ser robotizado

aprendiendo lenguajes nuevos de negocios y dinero

cuando dentro,

en el alma revolotea mi papalote de palabras

con la música que nace desde la orilla de ese mar turbulento

recio

como la sombra de mi nombre,

como la historia de un amor que se rindió en un barco

como esa misma entrega que resisto igual que mi tatarabuela.


Demasiadas vidas transcurridas en vientos de olas resisitiendo

para llegar a este día hoy aquí parada en la soledad de un día de muertos

donde los vivos y los no tan vivos conviven en el recuerdo

y es como si un viento conocido llenara las vasijas y sartenes

como si todos supiéramos que iremos a llegar al mismo lado

y los de allá sonríen porque ya lo saben y nosotros sonreímos porque seguimos aquí

disfrutando del vino y de la carne aunque sabemos que ésta se transformará en cenizas

y por eso les hacemos ofrendas porque reconocemos su lugar

y porque pedimos que no nos lleven pronto.


Así las vidas pasadas se mezclan con la nuestra,

nunca sabremos si aquellos que amamos y odiamos son fruto de otro tiempo en otro lugar

¿Quién puede saberlo?

Será consuelo imaginarnos pagando deudas atrasadas,

será un alivio pensar que una vida se puede ir limpiando

como si fuera una estufa llena de cochambre.

En este día de muertos y flores anaranjadas, recuerdo.

Recuerdo a todas mis muertas, a todas las que fui,

a todas las que he llorado y he quemado vivas.

En este día de muertos recuerdo a mis antepasados,

y en especial a aquella mujer que se se entregó en el mar.

Algo habremos de contar juntas,

algo tendremos que decir

y será a través de las palabras que esa bruma vuelva al horizonte y, quizás, le de sentido a todas nuestras vidas,

a todas nuestras muertes.

1 comentario:

Rigdrol dijo...

Ella, guardiana de la última frontera,
la mejor amiga de la libertad,
es también administradora de esta,
nuestra primera frontera
Río abajo camina celosa de los cambios
como agricultor fundido al calendario,
como poeta justo del mediodía sigiloso,
condenado a pasar desapercibido.
Ella y la soledad de la naturaleza son,
por definición, achichincles de la ausencia.
Posdatas del vacío.
Serenatas para una madrugada de lunes.
Y las nanas de toda nuestra indiferencia.